Elio Noé Salcedo expone el pensamiento de Deodoro Roca, en otra "Crónica de la Reforma Universitaria".
Queda claro que la Reforma no solo trascendió físicamente los claustros universitarios, el territorio cordobés e incluso el territorio argentino, como hemos podido constatar, sino que también trascendió las cuestiones académicas o universitarias y representó la encarnación y actualización del pensamiento nacional en distintos campos.
Para empezar, aquella generación de la Reforma creía en el papel protagónico de América Latina en los nuevos destinos del mundo, que parecían abrirse con la hecatombe armada de 1914, la Revolución de Octubre en Rusia y la ruina de los viejos imperios multinacionales (Otomano, Austro-Húngaro y Prusiano), llamados “cárceles de pueblos”. La generación reformista, en el decir de Roberto Ferrero –gran estudioso de la Reforma-, “expresaba de un modo autónomo y local una etapa de ascenso histórico que abarcaba el país y el orbe entero casi”.
El ideal latinoamericano
En respuesta a una encuesta de la Federación Universitaria Argentina (FUA) de 1936, Deodoro Roca caracterizaría a la Reforma como “el movimiento espiritual más rico y más trascendente que haya agitado a la juventud de la América Latina desde la emancipación a acá”. Esa percepción la había puesto de manifiesto en la proclama del 21 de junio de 1918, redactada por él: “Las nuevas generaciones empiezan a vivir en América… a suprimir los obstáculos que se oponen a la expansión de la vida en esta tierra”.
Un mes después de la gran manifestación estudiantil, en la Clausura del 1º Congreso de la Federación Universitaria Argentina en Córdoba, Roca hacía una advertencia muy clara respecto a la situación anterior al grito de junio: “Andábamos entonces por la tierra de América sin vivir en ella”.
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