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Sociedad

Cincuenta años de realismo mágico

El 5 de junio de 1967 llegaba a las librerías argentinas "Cien años de soledad", de Gabriel García Márquez.

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La semana del Día del Periodista resulta propicia para recordar y festejar el 50º aniversario de publicación en nuestro país de Cien años de soledad. Resulta así para nosotros, porque Gabriel García Márquez no sólo supo unir Periodismo y Literatura; para el premiado escritor latinoamericano, el periodismo era en muchos casos (y lo fue en su caso) la antesala de la literatura. De hecho lo fue también para el autor del Martín Fierro y el de Facundo y Recuerdos de Provincia, periodistas –como el colombiano- antes de inmortalizarse escritores. Infinidad de historias, fábulas y leyendas familiares de la boca de sus abuelos, sobrevivientes de las guerras civiles del siglo XIX, que acostumbraban llevar al pequeño Gabriel al circo y al cine, habían sido “el cordón umbilical con la historia y con la realidad” y “la fuente de su visión mágica, supersticiosa y sobrenatural de la realidad”, impresa en Cien años de soledad. Fue al escribir su primera novela –La hojarasca (1955)- cuando descubrió que aquel pueblo en el que se había inspirado para escribirla no era ya su Aracataca natal –que el tiempo había cambiado-, sino Macondo, el pueblo mágico de la que sería años después su obra maestra. Siempre prefirió contar historias. De allí, tal vez, su identidad con la crónica y el reportaje periodístico, de lo cual fueron testigos elocuentes Relato de un náufrago (1955) y Crónica de una muerte anunciada (1981) -considerada su segunda obra maestra-, en las cuales se percibe la influencia de esos géneros periodísticos. Claro, Cien años de soledad era otra cosa, o quizá la síntesis de todo. La novela había sido rechazada por varias editoriales cuando el escritor decidió enviarla a Editorial Sudamericana. En manos de Paco Porrúa, el gran editor contaría que al leer la primera frase: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en la que su padre lo llevó a conocer el hielo", comprendió que estaba ante una obra maestra. La respiración del comienzo de El Quijote resonaba en esa frase que, sumada a las de las 361 páginas siguientes, daban vida a la mejor novela escrita en castellano después de Cervantes, según la conceptuara Pablo Neruda. Al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1982, el ahora afamado periodista y escritor reclamaría justicia para “esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda”, y que en varios siglos “no había tenido un instante de sosiego”. Fiel a sí mismo, auguraría finalmente en aquel famoso discurso* la creación de una nueva utopía para que “las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”. Elio Noé Salcedo *La soledad de América Latina” fue el título del discurso leído ante la Academia Sueca.