Con este texto inauguramos una serie de notas referidas al movimiento reformista de la educación superior, pronto a cumplir cien años.
El 15 de junio, hace cien años, los estudiantes reformistas se apoderaron de las aulas y comenzó allí mismo “una revolución de los claustros”. En la crónica "La revolución estudiantil de 1918" , Elio Noé Salcedo detalla aquellos acontecimientos. El 15 de junio de 1918, los estudiantes universitarios de Córdoba –epicentro de la revolución estudiantil- invalidaban el acto electoral que pretendía elegir un rector ajeno a sus reivindicaciones e imponían la Reforma en aquel mismo lugar que definían como “el viejo reducto de la opresión clerical”. Si tenemos en cuenta que en su Manifiesto a las Naciones de 1817, el Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata había denunciado que “la enseñanza de las ciencias era prohibida para nosotros, y solo se nos concedieron la gramática latina y la filosofía antigua, la teología y la jurisprudencia civil, y la canónica”, no resulta para nada extraño que, un siglo después –ante una situación que no había cambiado prácticamente nada en la Casa de Trejo-, los estudiantes cordobeses proclamaran “bien alto el derecho sagrado a la insurrección”. Con el mismo espíritu abarcador de aquel Congreso de 1817, el Manifiesto Liminar de la “Juventud Argentina de Córdoba” se dirigía a “los hombres Libres de Sudamérica”, con el fin de “romper la última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica…”. Según la incisiva interpretación de los reformistas, aquel régimen universitario era “anacrónico” y estaba “fundado sobre una especie de derecho divino; el derecho divino del profesorado universitario” que se creaba a sí mismo y mantenía un “alejamiento olímpico” de la realidad, basado en un “arcaico y bárbaro concepto de autoridad” que en estas casas de estudio era “un baluarte de absurda tiranía” y sólo servía “para proteger criminalmente la falsa dignidad y la falsa competencia”. El Movimiento Estudiantil de Córdoba se alzaba para luchar contra ese régimen y reclamaba “un gobierno estrictamente democrático”. Sostenía que “el demos universitario, la soberanía, el derecho a darse el gobierno propio radica principalmente en los estudiantes” pues “la autoridad, en un hogar de estudiantes, no se ejercita mandando, sino sugiriendo y amando: enseñando”. [...] Leer el texto completo en: