En un nuevo texto de Crónicas, su autor, Elio Noé Salcedo cuenta acerca de este pensador marginado.
Saúl Taborda parece el nombre de un personaje de ficción de Jorge Luis Borges, Manuel Gálvez, Roberto Arlt o del autor de Adán Buenos Aires. Sin embargo, el cordobés de Unquillo no era un personaje del “país virtual” sino del “país real”, según la categoría histórica patentada por Arturo Jauretche en "El medio pelo en la sociedad argentina". Justamente, el gran Jauretche -uno de los grandes pensadores argentinos del siglo XX- pintaba así el cuadro intelectual de la época posterior a la Reforma, en la que, sobre ese fondo, se diferenciaba la figura de Taborda (1885 – 1944): “La mayoría de los dirigentes estudiantiles tenía esa característica de la inteligencia argentina: nutridos de literatura de importación, no comprendían a los movimientos populares. Eran históricamente unitarios y además, y esto es fundamental, los instrumentos que hacían el prestigio estaban en manos liberales. Así, los reformistas universitarios (generalmente socialistas o anarquistas) se afiliaban a los partidos antirradicales y hacían los mismos chistes que “La Mañana” o “La Fronda” (periódicos conservadores dedicados al humor político entre 1911 y 1930). En esta materia solo conocí a un hombre de izquierda que era discreto y reservado, posiblemente el intelecto más auténtico que tuvo la Reforma Universitaria, oscurecido por no tener prensa: Saúl Taborda”. Ese hombre, rescatado del olvido por distintos pensadores nacionales, se enorgullecía de sus raíces: “Yo soy un hombre –diría- que llevo un espacio espiritual que es el espacio espiritual del linaje al que pertenezco”. Por supuesto no hablaba de un linaje aristocrático –como podía hacerlo un representante del nacionalismo oligárquico– sino de sus raíces criollas, como lo hacía quien sería considerado, junto a Manuel Ugarte (1875 – 1951), un precursor de la izquierda nacional en la Argentina, corriente política e intelectual que difundiera con su aporte a nivel académico mundial el Dr. Ernesto Laclau (Doctor Honoris Causa de la UNSJ). [...] Leer este texto completo e Revista La U