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El Camino del Inca y la Patria Grande

En la serie "Memorias del Tahuantinsuyu ", el autor pone en valor esta ruta incaica.

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A pesar de los cinco siglos transcurridos, hay políticas de fondo que siguen siendo imprescindibles para la existencia y desarrollo de nuestra Patria Grande. Aquí el autor pone en valor una de las carreteras incaicas más famosas del mundo, que además resulta un antecedente importante en el camino de nuestra integración e identidad común.


Por Elio Noé Salcedo

Aparte de ser una de las grandes maravillas del mundo, el Camino del Inca es la primera gran obra pública continental de envergadura, que fuera construida con una visión política y/o geopolítica estratégica por el Estado incaico. En efecto, el Qhapaq Ñan o Camino del Inca unió todo el gran imperio de los Incas o Tahuantinsuyu.

Esa impresionante red de caminos que articulaba los actuales territorios de Colombia, Ecuador, Brasil, Perú, Bolivia, Chile y la Argentina (Norte y Cuyo), habría tenido una longitud inicial de 60.000 km, de los que 39.000 kilómetros sobreviven al día de hoy. Se extendía por la costa y montañas y en algunos casos se ubicaba al borde de la selva tropical.

Según un observador español de la época, “el camino en las montañas es algo que vale la pena ver, porque está construido en un terreno muy intrincado. En el Mundo cristiano nosotros no hemos visto caminos tan bonitos. Todos los cruces tienen puentes de piedra o de madera”, lo que habla de la magnitud de la previsión y la técnica alcanzada por los Incas, superior por caso a la europea.

En lo que respecta al actual territorio argentino, el Camino del Inca penetraba “por el valle de Humahuaca, Jujuy, y jalonaba su curso por las localidades del Cafayate, Belén y Tinogasta en Salta y Catamarca. Desde Tinogasta, el camino se bifurcaba; uno tramontaba la cordillera por el Paso de San Francisco (Catamarca) para salir a Copiapó (Chile); otro continuaba al suroste a través de La Rioja y San Juan, por Guandacol (La Rioja) y Calingasta (San Juan), con salida a Chile por el Paso del Juncal, al término del Valle de Uspallata, frente a Santiago”, comunicando ambos lados de la Cordillera de los Andes, columna vertebral de Nuestra América. “Algunos relatos en crónicas de los primeros siglos de la colonización española –refiere el historiador Horacio Videla- permiten ubicar dos parajes en un camino o círculo en retaguardia de la ruta del Inca: el Famatina en La Rioja, Gualilán en San Juan”. Esa circunstancia parece confirmar, en coincidencia con los derroteros mineros, la sospecha de Rolando H. Braun Wilke, de que la búsqueda de yacimientos mineros fue una de las causas de penetración de aquellos poderosos conquistadores. [seguir leyendo]


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