Mientras el Senado debate el presupuesto 2026 y el recorte a partidas clave para educación y ciencia. Eric González, astrónomo de la Universidad Nacional de San Juan, reflexiona sobre la necesidad de políticas científicas sostenidas como compromiso de Estado.
El presupuesto para 2026 deroga una serie de partidas
destinadas a Educación y Ciencia y Tecnología.El Senado entra este viernes 26 de diciembre en una
jornada decisiva para el tratamiento del mismo, con un foco que excede las
cifras generales y se concentra en un punto específico del articulado.
El texto impulsado por el oficialismo propone derogar
disposiciones vigentes que establecen porcentajes mínimos del Producto Bruto
Interno destinados a estos sectores estratégicos. Entre ellas, el piso del 6 %
del PBI para el financiamiento educativo y la senda de crecimiento progresivo
que apuntaba a alcanzar el 1 % del PBI para ciencia y tecnología. El debate,
por lo tanto, excede las cifras generales y se concentra en el sentido mismo de
estas políticas como compromisos de largo plazo del Estado.
En este escenario de ajuste y redefiniciones, disciplinas
como la astronomía evidencian con claridad las consecuencias de la falta de
inversión sostenida. La astronomía no solo permite comprender nuestra posición
en el universo y el pasado y futuro de la Tierra, sino que también impulsa
desarrollos tecnológicos, educativos y de cooperación internacional. En diálogo
con INFO U, el astrónomo de la Universidad Nacional de San Juan, Eric
González, reflexiona sobre los desafíos actuales y los avances más relevantes
de esta ciencia.
- ¿Qué retos enfrenta hoy la divulgación científica en
astronomía?
-Los recientes eventos geopolíticos que derivaron en la
paralización de CART evidenciaron cuán indispensable es la divulgación
científica para la supervivencia de la ciencia. Desde el Observatorio
Astronómico Félix Aguilar trabajamos intensamente en esta tarea, aunque los
recursos resultan insuficientes, por lo que es clave que toda la comunidad
científica aproveche los espacios públicos para difundir su trabajo.
Hoy existe mayor conciencia entre los astrónomos sobre la
importancia de la divulgación, pero los principales obstáculos siguen siendo
financieros. San Juan, pese a ser la capital nacional del turismo astronómico,
no cuenta con un planetario y el OAFA depende en gran medida de donaciones. En
contraste, países como Brasil y Chile desarrollan estas áreas como políticas de
Estado, con mayor infraestructura y marcos legales específicos. Aunque hubo
avances puntuales —como el eclipse de 2019—, la divulgación científica en
Argentina sigue siendo incipiente y se sostiene en gran parte gracias al
trabajo de instituciones y aficionados.
- ¿Qué avances recientes en astronomía considera más
relevantes o sorprendentes?
-Algunos de los avances más relevantes en astronomía
están vinculados al desarrollo instrumental, como los telescopios Vera Rubin,
James Webb y ALMA, así como la sonda Parker. En particular, el Vera Rubin
generará una cantidad de datos sin precedentes, lo que representa tanto una
oportunidad como un desafío para la comunidad científica.
Sin embargo, uno de los progresos más sorprendentes de la
última década es el surgimiento de la llamada astronomía multimensajero, que
consiste en la observación de un mismo evento cósmico mediante distintos tipos
de instrumentos, y no únicamente a través de telescopios. En la actualidad,
además de observar luz más allá del espectro visible, contamos con detectores
de neutrinos y de ondas gravitacionales, entre otros, que permiten acceder a
nuevos aspectos de la física de los fenómenos observados.
A estos avances se suma el desarrollo de algoritmos de
machine learning y técnicas afines, que se vienen consolidando desde hace un
tiempo y resultan fundamentales para analizar la enorme —y casi insostenible—
cantidad de datos generados por los instrumentos actuales.
- ¿Cómo cree que la astronomía influye en otras áreas de
la ciencia y la tecnología?
-Aunque solemos ver las disciplinas como compartimentos
separados —matemáticas, física, literatura—, la astronomía muestra que los
límites entre áreas del conocimiento son difusos. Esta ciencia combina física y
matemáticas con química, arqueología, exobiología, arte y literatura, y además
impulsa avances tecnológicos.
Muchos desarrollos cotidianos, desde la electrónica hasta
las cámaras de los celulares, se apoyan en tecnologías surgidas para estudiar
el cosmos. Incluso la inteligencia artificial y el machine learning se basan en
herramientas matemáticas y estadísticas que la astronomía y la física vienen
usando desde hace décadas.
- ¿Qué consejo les daría a los jóvenes que quieren
dedicarse profesionalmente a la astronomía?
- Es un campo muy competitivo, pero la recompensa
intelectual es enorme: comprender un aspecto nuevo del universo o realizar un
descubrimiento resulta profundamente satisfactorio. El camino para llegar a
ello puede ser exigente, aunque esto es cierto para prácticamente todas las
ciencias, incluso dejando de lado el contexto económico actual.
Por eso, mi principal recomendación es ir a la fuente:
charlar con una astrónoma o un astrónomo. Conocer cómo es el trabajo cotidiano,
en qué se investiga y cuáles son los desafíos reales de la profesión permite
formarse una idea más precisa.
Lejos de los estereotipos, la labor del astrónomo no
consiste en buscar naves extraterrestres ni en pasar la noche con el ojo pegado
al ocular de un telescopio. En muchos casos, implica estar en la vanguardia
tecnológica, acceder a instrumentos capaces de registrar el nacimiento de una
estrella o desarrollar algoritmos para analizar flujos de datos tan grandes que
deben procesarse en tiempo real, ya que no existe capacidad de almacenamiento
suficiente. A ello se suma la posibilidad de viajar, presentar resultados y
publicar de manera constante, lo que convierte a la astronomía en una actividad
tan desafiante como estimulante.
-¿Cuál ha sido su experiencia personal más memorable
observando el cielo?
-Mi experiencia no es del todo común entre los
astrónomos, ya que durante muchos años me he dedicado a la divulgación
científica, una tarea a la que, por suerte, cada vez más colegas destinan
tiempo. Sin duda, uno de los momentos más impactantes fue el eclipse solar
total de 2019 en San Juan. Tras dos años de charlas, talleres y trabajo
conjunto con el OAFA, el gobierno provincial y colaboradores de distintas
provincias, se organizaron zonas de observación que se transformaron en
verdaderas fiestas.
Lo curioso es que, mientras entusiasmaba a la gente y
explicaba cómo observar el eclipse de forma segura, yo nunca había visto uno
total. Aun así, la experiencia superó cualquier expectativa: más de 17.000
personas se reunieron en Bella Vista, Iglesia, para compartir ese momento
único, que resultó profundamente emocionante y unificador.
Otra vivencia igual de intensa ocurrió en una escuela
rural cerca de Merlo, en San Luis, donde llevé un telescopio para observar el
cielo con 17 estudiantes de entre 6 y 11 años. Mientras señalaba la nebulosa de
Orión con un láser, pasó uno de los bólidos más grandes que he visto. La
sorpresa de los y las estudiantes fue inolvidable, y más aún la estela luminosa
que dejó, visible durante más de 30 minutos. Durante ese tiempo, todos
observamos el cielo con asombro, compartiendo una experiencia verdaderamente
extraordinaria.